La creciente cantidad de proyectos,
investigaciones y productos desarrollados con nanotecnología indudablemente
resulta en la producción de nanomateriales, mismos que presentan diferentes
características (y, por lo tanto, mayor toxicidad) que el mismo material a
escala macroscópica. Un ejemplo de esto puede observarse con el oro, el cual, a
nivel macroscópico (o, como otros preferirían denominarlo, en estado normal) es
un material inerte que cuenta con una elevada estabilidad; sin embargo, su
reducción a la nanoescala mediante distintos procesos nanotecnológicos convierte
a las nanopartículas de oro en materiales de alta reactividad con
características muy distintas, tales como propiedades fototérmicas, facilidad
de síntesis y de funcionalización, potencial para la liberación controlada de
fármacos y, en general, una amplia multifuncionalidad que sería imposible de
conseguir de no encontrarse a un tamaño tan reducido.
Lo
anterior es sólo un ejemplo que evidencia lo poco que podemos conocer sobre la
toxicidad de las nanopartículas si nos basamos en los conocimientos
convencionales que tenemos sobre la materia, ya que, a la nanoescala, esta
presenta características muy distintas que exigen un estudio minucioso para
poder comprenderlas. Si bien en la actualidad existen entidades como la
Universidad Rey Juan Carlos y el Instituto de Química Orgánica General, ambos
localizados en Madrid, que se están dedicando al estudio de tales propiedades, los resultados recabados no son suficientes y aún
no se ha logrado descubrir algún patrón o alguna regla para la toxicidad que
sea aplicable a toda la reducción de materia a la nanoescala.
Ahora
bien, para comenzar a comprender la toxicidad de estas partículas es necesario
entender algunas de sus características. Toda nanopartícula se caracteriza por
tener una elevada área superficial; es decir, gran cantidad de la partícula
está expuesta al entorno y, por tanto, interacciona con él de una forma mucho
más intensa de lo que lo haría a escala macroscópica. Esta elevada área
superficial es una de las principales razones por las cuales las nanopartículas
son preocupantes, ya que, no obstante la toxicidad de la partícula misma, esta podría
funcionar como acarreadora de otros agentes tóxicos que se adhirieran a ella. Es evidente que esto tendría una repercusión
terrible tanto para los seres humanos como para el medio ambiente, pues las
nanopartículas podrían contaminar los cuerpos de agua, así como la flora y la
fauna de los ecosistemas. De esta manera, incluso aunque existan nanopartículas
biocompatibles, estas siguen mostrando un peligro latente al poder convertirse
en portadoras de una gran cantidad de agentes tóxicos en su superficie.
En
cuanto a los seres humanos, la exposición a nanopartículas es preocupante
debido a que el reducido tamaño de las mismas ocasiona que puedan entrar a
nuestro organismo por más de una vía; ya sea por inhalación, absorción cutánea
o digestión, estas nanopartículas encuentran muy sencillo el atravesar nuestros
tejidos y pueden llegar a lugares tan inimaginables como nuestro cerebro o el
núcleo de nuestras mismas células. Pese a que esta propiedad de las
nanopartículas es la que las hace muy prometedoras en medicina (ya que la
liberación de fármacos directamente a las células enfermas resultaría muy
beneficiosa), también es motivo de alarma en los casos en los que las
nanopartículas no son biocompatibles y están formadas por agentes muy tóxicos,
o cuando, sin importar su compatibilidad con nuestro organismo, su superficie
se encuentra contaminada con algún agente tóxico.
Sin
embargo, pese a que es alarmante saber que en la actualidad no se conoce con
exactitud qué determina la toxicidad, quizá es más preocupante aún que el problema
no se detenga allí: la nanotoxicología no sólo es una rama de la
nanotecnología, sino de la toxicología misma, y esta última tiene aún muchos
misterios por resolver. La toxicología es una ciencia que está muy atrasada a
comparación de las demás, con resultados poco consistentes y muchas variaciones
en sus resultados que son consecuencia de la gran cantidad de información que
se asume pero que no se ha podido demostrar. Esto vuelve
al asunto más inquietante aún, pues si no podemos comprender las razones por
las que los materiales que encontramos en la naturaleza son tóxicos, ¿cómo
podremos comprender la toxicidad de los nanomateriales que diseñamos, si los
hacemos utilizando como materia prima a esos materiales que encontramos en la
naturaleza? Cierto es que el hecho de que las nanopartículas tengan propiedades
distintas que los materiales macroscópicos podría volver insensato tal
cuestionamiento, pero es necesario enfatizar que sería beneficioso contar con
alguna base de conocimiento toxicológico sobre la cual partir en la búsqueda
de, si no las causas determinantes de la nanotoxicidad, al menos de la
implementación de medidas de seguridad más adecuadas en el sector productivo.
Esta base de conocimiento, sin embargo, es casi inexistente.
Eduardo Camarillo Abad
150536
Fuentes:
http://www.mapfre.com/fundacion/html/revistas/seguridad/n127/docs/Articulo5.pdf
http://www.hse.gov.uk/nanotechnology/understanding-hazards-nanomaterials.htm
http://www.hazards.org/nanotech/safety.htm
http://www.analesranf.com/index.php/mono/article/viewFile/994/1028
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