En unos
espectaculares experimentos recientes, unas buckybolas (pequeñas moléculas de
carbono de la variedad C60, cuya forma recuerda a la de un balón de fútbol),
sometidas a un tratamiento especial, han demostrado ser capaces no solo de
extraer del agua y otros líquidos partículas metálicas valiosas aunque potencialmente
tóxicas, sino también de almacenarlas de un modo que permite su uso futuro.
El laboratorio
del químico Andrew Barron, de la Universidad Rice, en Houston, Texas, Estados
Unidos, ha descubierto que los fullerenos de carbono-60 (buckybolas) que han pasado
por un proceso químico conocido como hidroxilación pueden aglutinarse o
engarzarse entre sí como si fueran collares de perlas a medida que se enlazan a
metales y separan a estos de la solución líquida en que se hallen. Esta
capacidad se mantiene para numerosos metales y soluciones, aunque la eficiencia
es mejor en algunos casos que en otros.
En los
experimentos, el equipo de Barron y Jessica Heimann constató que las buckybolas
tratadas manejaban los metales con cargas diferentes de formas inesperadamente
selectivas, que podrían permitir extraer metales específicos de fluidos
complejos ignorando al mismo tiempo otros.
Los usos
potenciales del proceso incluyen la retirada, respetuosa con el medio ambiente,
de metales presentes en los fluidos ácidos de drenaje en minas, un tipo de
desecho muy común en la industria minera del carbón, así como de los fluidos
utilizados en fracturación hidráulica para extracción de petróleo o gas natural
(la técnica conocida popularmente como fracking).
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