Un estudio realizado con truchas ha descubierto que la radioactividad pasa de unos peces irradiados con rayos X a otros por el mero hecho de entrar físicamente en contacto a través de un mismo medio acuoso. El contagio también se produce sólo por compartir el medio acuoso sin contacto directo con los peces irradiados, lo que desvela que la radioactividad se transmite de unos organismos a otros a través del agua. Los resultados de esta investigación los publica la revista Environmental Science & Technology. El estudio, realizado por los científicos de la universidad McMaster en Ontario, Canadá, Colin Seymour y Carmel Mothersill, acerca de los efectos de la radiación, descubrió que truchas expuestas a rayos X podían pasar dichos efectos a peces que no se habían visto sometidos a radiación. Tal como se explica la mencionada Universidad en un comunicado, este es el primer estudio que demuestra el contagio de la radiación entre animales, subrayando la necesidad de investigar si este fenómeno podría darse también entre humanos.
Para comprobar si los peces irradiados contagiaban con sus señales de radiación a sus congéneres, Seymour y Mothersill irradiaron a parejas de truchas arcoiris, pertenecientes a la especie de las llamadas truchas Salvelinus fontinalis, con rayos X durante cinco minutos en un tanque lleno de agua. Estas truchas son de lago y de color marrón. El total de radiación recibida por estos peces fue de 0,5 gray o Gy. Un gray es la absorción de un Julio de energía de radiación por cada kilogramo de materia. La cantidad de radiación recibida por los peces supone un aumento considerable con respecto a los niveles de radiación medioambientales, procedentes de fuentes naturales, como el radón. Sin embargo, es una cantidad significativamente menor a la de las dosis que el ser humano recibe de las terapias radioactivas contra el cáncer, por ejemplo. Posteriormente, los peces fueron puestos en otro tanque de agua con una pareja de truchas sanas, sin irradiar, durante dos horas. Además, otra pareja más de truchas no irradiadas fue colocada en el tanque en el que los peces habían recibido la radiación de los rayos X. Cada experimento se repitió cuatro veces. Después, los investigadores mataron a las truchas de un golpe en la cabeza para diseccionar sus cadáveres.
El examen reveló que todas las truchas arcoiris sufrían efectos de radiación similares: en todas ellas había aumentado el número de células muertas en cinco órganos diferentes y otras células mostraban proteínas asociadas con respuestas a la radiación. Los órganos fueron extraídos de todos los peces para ser analizados y sus tejidos se cultivaron siguiendo técnicas preestablecidas. La conclusión es que los peces irradiados segregaron elementos químicos, aún no identificados, que fueron soltados en el agua, lo que produjo efectos radioactivos, tanto en los peces expuestos a la cercanía con las truchas que habían recibido los rayos X, como a aquellos que no habían estado cerca de ellos pero que habían compartido el medio acuoso.
La importancia del descubrimiento radica en que alerta acerca de los riesgos de la radiación en humanos y otros animales, si entran en contacto con individuos contaminados por este tipo de radiaciones. Esta hipótesis plantea la urgencia de nuevas investigaciones a otros niveles biológicos.
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