Este inesperado hallazgo es resultado de experimentos en los que se han puesto a prueba las características de puentes de oro de tamaño atómico.
La lógica que usamos en nuestra vida cotidiana, y que tan bien funciona para la mayoría de situaciones, nos dice que un dispositivo compuesto por sólo unos pocos átomos debe ser muy vulnerable a las fuerzas mecánicas.
Lo descubierto por el equipo de los ingenieros Jason Armstrong, Susan Hua y Harsh Deep Chopra, del Laboratorio para Dispositivos Cuánticos en la Universidad en Buffalo (Universidad Estatal de Nueva York) indica, en cambio, que la capacidad del material para resistir la deformación elástica en realidad crece al disminuir el tamaño.
A medida que los ingenieros tratan de construir dispositivos, como por ejemplo circuitos de ordenador, con piezas cada vez más pequeñas, resulta de creciente importancia aprender más sobre cómo se podrían comportar componentes diminutos compuestos por uno o varios átomos. Esa necesidad surge del hecho de que las propiedades físicas de los dispositivos de tamaño atómico difieren de las poseídas por los dispositivos de tamaño macroscópico.
El oro ha sido un metal carismático a lo largo de la historia humana. Su singularidad y su apreciación como material muy valioso se relacionan estrechamente con su estabilidad excepcional a las reacciones químicas y a las presiones y temperaturas extremas. En la antigüedad, el oro era considerado como sinónimo de inmovilidad y constancia.
En años recientes, el oro se ha revelado también como un elemento con propiedades inusuales, sobre todo a escala nanométrica. Por ejemplo, las nanopartículas de oro pueden actuar como diminutos, precisos y poderosos calefactores, que podrían usarse potencialmente en aplicaciones biomédicas. Cuando se aplica la frecuencia correcta de luz láser, un conjunto de nanopartículas de oro puede calentar un área de mil veces su tamaño.
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