Desde su alumbramiento en las estrellas, fue destinado por su padre a reinar tierras desconocidas; tierras áridas y lejanas para enorgullecer al nombre de su padre y convertirse en dios. Arrojado al vació desde su hogar, y viajando a varios años luz, Carborum arribo hace milenios a un pequeño planeta; planeta de incesantes tormentas y cielos oscuros, dónde la hostilidad e intranquilidad perduraban. Sin duda alguna un lugar detestable hasta para el hijo de un dios. Sin embargo a su llegada, los ojos de Carborum miraron aquel lugar como el más raro y desconocido, lo que lo hacía tan hermoso al mismo tiempo para él. Era un hecho, el reino de Carborum estaba por comenzar. Pero, a pesar de su inquietud por entender aquél lugar y de la divinidad que lo acompañaba, no encontraba forma de convertir tanta hostilidad en un lugar digno del reconocimiento de Consectetuer, su padre.
Varios días de inquietud pasaron junto a Carborum. Por más que observaba, sus ojos sólo revelaban oscuridad ante él. Pero más allá de lo que podía percibir, su sentirle ilustraba que aunque ese lugar ardiera en llamas, realmente era un lugar tan frío y vació; tan falto de amor. Carborum había decidido cambiar aquellas tierrasde desolación por tierras llenas de armonía. Así es como decidió entregar a sus tierras parte de él, de su divinidad, y quitar de ellas toda aquella desolación, lo que alcanzaría un equilibrio y por ende armonía.
Dotado de la energía y capacidad de su padre, Carborum a pequeños pasos logro su cometido. Aquél lugar jamás volvió a ser igual desde su emprendimiento. Cada paso dado, y cada roce dado por la mano de Carborum ilumino el paraje. Detrás de cada paso que daba, cada gota de sudor y cada aliento, hermosas figuras de variados colores surgían poco a poco desde la tierra. El desgaste producido por el andar de Carborum era la semilla que florecía en expresionesde amor. Las rocas que incandescían calmaron su furia para formar nuevas piedras oscuras, con las que la historia se escribiría. Grandes extensiones se tornaron de un insípido gris a un deslumbrante verde. No hubo montaña ni mar que no conociere la grandeza de su presencia. La inmensidad del azul líquido comenzó en sus profundidades a llenarse de los restos que Carborum dejaba de sí mismoen su camino. Restos heredados de la divinidad en busca de la armonía, que comenzaron a agruparse y a seguir el camino de su padre. Así el tiempo transcurrió junto con su recorrido de norte a sur, este, oeste y en todas direcciones. Paso a paso el desgaste se apoderaba de su grandeza.
Por fin el día había llegado. El tiempo de Carborum se agotaba. Una vida entera dedicada al cambio de un lugar, sin haber tenido el reconocimiento de su padre aún. Sin embargo, tanta armonía y belleza a su alrededor, producto de su obra reemplazaba elreconocimiento de Consectetuer con su autosatisfacción.
Todos su deseos estaban por ser cumplidos, faltando un últimoy que dedicaría sí mismo. En el lecho de su muerte había decidido terminar con su obra, y regalar lo poco que quedaba de él por completo a los que más amaba. Y así fue. Adentrado en las profundidades de la tierra que lo vio crecer repozan sus restos. Piedras preciosas y deslumbrantes, rígidas como su convicción, son la prueba de su grandeza.
A pesar de su deceso, Consectetuer no abandono los pasos de su hijo. Así la luz alumbro la tierra, y el oscuro de los cielos se desvaneció. Todos los frutos producto de la germinación de la semilla de Carborum crecieron con la ayuda del padre, y a través de los siglos evolucionaron hasta como los conocemos hoy en día, complementados por la obra de Consectetuer y sus demás hijos que admiraron el reino de Carborum. Finalmente, el reconocimiento de Consectetuer a su hijo se dio. El dios de la luz decidió que era mejor no devolverle la vida a su hijo para que disfrutara de su grandeza a su lado, dejándolo vivir eternamente dónde Carborum hubiera preferido, enla naturaleza.
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