Monday, May 14, 2007

Robot de la NASA llevará a Marte réplica de mi laboratorio en la UNAM, revela a Crónica Rafael Navarro, ganador de concurso




En busca de la segunda génesis, a Rafael Navarro González le tocó buscar un lugar donde no haya vida en la Tierra para encontrarla en Marte.Único mexicano en uno de los proyectos más ambiciosos en la historia de la investigación espacial, el doctor Navarro, biólogo adscrito al Instituto de Investigaciones Nucleares de la UNAM, tendrá que recorrer el mundo para encontrar los lugares más inhóspitos para la vida, en su camino a la misión que llevará un robot al planeta rojo en 2009.“Donde busquemos en la Tierra, es fácil encontrar vida. El reto es localizar sitios donde no haya evidencia de vida en nuestro planeta. Sabemos, por las misiones anteriores a Marte, que no hay vida macroscópica. Si la hay, es microscópica y probablemente está en el subsuelo”.Para ello, con las técnicas más sofisticadas, toman muestras de suelo de esos extraños lugares y las analizan. Desde su laboratorio de Análisis de Plasma y Química Planetaria, Navarro encontró que el desierto de Atacama, en Chile, es uno de esos lugares en la Tierra.“El parecido de Atacama con la superficie de Marte es notable. Con la más sofisticada tecnología, encontramos las condiciones no sólo escenográficas, sino físicas y químicas idóneas para simular lo que tendríamos que hacer en Marte”.Sin embargo, la inquietud de Rafael Navarro viene desde su infancia, y más específicamente de su época de estudiante de secundaria. “Estaba muy de moda la exploración espacial. Se hablaba de las misiones Vikingo, que irían a Marte a hacer las primeras exploraciones. Aunque yo sabía que desde México era difícil poder participar en algo relacionado con esto, decidí seguir el camino vocacional de mi interés, una carrera que me permitiera explorar el origen de la vida, y eventualmente, buscar vida en otros lugares”.Con un costo de más de 160 millones de dólares –que se repartirán entre la NASA y socios científicos como Francia y Rusia—el proyecto denominado SAM (por Sample Análisis Mars en inglés) involucra a las más prestigiadas agencias y universidades del mundo, y la UNAM es la única latinoamericana que participa, y lo hace con uno de los aspectos científicos más importantes: asegurarse que los instrumentos y las técnicas sean las más adecuadas para trabajar en el difícil entorno marciano.Por ello, la formación del doctor Navarro es idónea. Además de biólogo, estudio química en la Universidad de Maryland, y participó como estudiante de doctorado en el mismo equipo que analizó las muestras de rocas lunares de las misiones Apolo.“Me tocó vivir momentos de gran actividad en exploración espacial, ya que en ese entorno se daba la parte científica de las misiones de las sondas a Júpiter. A mi me tocaban precisamente las cuestiones experimentales. Me di cuenta que mi trabajo podría tener relevancia en una futura exploración de Marte. Cuando publicamos el descubrimiento de la zona del Desierto de Atacama supe que estábamos ante la posibilidad de dar los elementos científicos para saber qué se tenía que hacer para la exploración en Marte”. Rafael Navarro tenía 10 años cuando Neil Armstrong se paseaba por la superficie de la Luna, y como todos los niños de su época, aprendió a ver con ojos diferentes el cielo.“Recuerdo claramente cuando llegó el Apolo 11 a la Luna, y mostraron las primeras imágenes de un hombre caminando en su superficie. Me llamaba mucho la atención desde entonces que se hablaba de la posibilidad de que hubiera vida en la Luna. A toda esa generación nos marcó, ya que se trata del momento más importante en la exploración espacial”. Pero, ¿Qué es la vida? Rafael Navarro va a asegurarse de que una réplica de su laboratorio en la UNAM quepa en el robot que en el año 2009 será lanzado al planeta rojo. El equipo, que aquí en la Tierra pesa media tonelada, deberá caber en un espacio de 30 por 30 centímetros y pesar menos de 20 kilos. En sus caminatas por los desiertos del mundo, Navarro excava y toma muestras de la tierra, cada cinco o diez centímetros, para analizarlas en busca de evidencias de vida que pudo haber existido, o que aún está ahí en forma latente, en forma de esporas.Cuando el robot llegue a Marte, tendrá que hacer exactamente lo mismo que hace el científico mexicano en su laboratorio. Para ello, tendrá un año marciano –equivalente a dos terrestres—y contará con la ayuda de pequeños robots voladores, denominados abejas, que irán a tomar muestras a lugares distantes de donde se pose la nave Panal, mismas que serán analizadas para orientar el curso del equipo completo entre las piedras y el polvo marciano.El objetivo principal será analizar el subsuelo en busca de alguna evidencia de vida. Pasada o presente.Pero Navarro afirma que definir qué es la vida no es sencillo.“Para los humanos, es muy fácil distinguir lo vivo de lo no vivo. Pero cuando se trata de poner una definición y de decidir qué está vivo o no, nos encontramos en problemas. Cuando habamos de una molécula, de ADN, de un virus, las cosas se complican mucho. Hay entonces una frontera donde ya no podemos definir con precisión lo vivo de lo no vivo”. Eso hace muy complicado tratar de determinar si hay vida en otro planeta. El doctor Navarro piensa que ésta puede ser tan diferente que no la vamos a reconocer. Por ello es relevante su trabajo. “Los seres vivos en la Tierra estamos formados por los mismos elementos químicos. Cuando buscamos vida en otras partes del Universo, la buscamos con esos elementos, que por cierto son los más abundantes en el Sistema Solar y el Universo. Lo más probable es que sea una vida con un química muy similar”. Pero la bioquímica, la forma en que esos elementos y las moléculas que formen seres y sus metabolismos, pueden ser totalmente diferentes.“Desde hace muchos años, se han organizado conferencias de expertos sólo para definir qué es la vida, y no han llegado a un consenso definitivo”. La Segunda Génesis. Rafael Navarro tiene claros los objetivos últimos y las consecuencias de su trabajo científico y de las implicaciones de una misión tan ambiciosa como la SAM.“SI al final del camino resulta que podemos colonizar Marte o cualquier otro planeta, no lo debemos hacer pensando en que la Tierra se está acabando, o que ya podemos seguir descuidando nuestro planeta porque ya tenemos la tecnología suficiente para, aunque sea en 100 años, iniciar la migración a otro. Debemos cuidar nuestra casa porque es el único hogar que tenemos. Pero tener otras alternativas porque la Tierra se nos va a hacer pequeña”.Antes, afirma el científico, viajar de un continente a otro significaba una vida completa. Hoy, viajar alrededor del mundo es muy fácil, y el planeta más cercano que tenemos es Marte. “Si logramos demostrar que el planeta rojo no está vivo, que no hay ningún tipo de vida, la siguiente etapa lógica es llevar vida terrestre para colonizar Marte. Pero si encontramos vida, lo que tenemos que hacer es preservarla, aprender de ella, que sería probablemente una forma de vida diferente. Cambiaría nuestros conocimientos de biología en una forma radical”.La idea vigente hasta hace poco es que la vida es un fenómeno planetario, y que no había forma de “contaminar” otros cuerpos. El doctor Navarro explica que las nuevas ideas sugieren que pudiera haber intercambio de rocas y organismos de un planeta a otro. El alto “tráfico” de meteoros y el número de impactos registrados en la Tierra y Marte puede hacer posible que esto hubiera ocurrido entre estos planetas.“El reto es encontrar si hay vida fuera de la Tierra, y el candidato más cercano es Marte. Si hay vida, tenemos que saber si no son nuestros primos, por que a lo mejor, si hacemos un árbol filogenético, resulta que es una sola rama, que estamos emparentados, aunque nunca sepamos si la vida empezó aquí o allá. SI encontramos que el árbol de la vida de Marte es totalmente diferente al de la Tierra, entonces tendríamos el caso de una segunda génesis, y es lo que necesitamos para cambiar nuestros conceptos de biología. Encontrar un origen de la vida independiente del de la Tierra, y probablemente no sea el único”.

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