Blog de cursos y estudiantes de Químicas del Departamento de Ciencias Quimico-Biológicas en la Universidad de las Américas Puebla.
Wednesday, November 21, 2012
Profundizan en la misteriosa degradación química progresiva de un cuadro de Van Gogh
Vincent van Gogh (1853-1890) pintó el cuadro "Flores en un florero azul" alrededor de 1887 en París. A principios del siglo XX, el cuadro fue adquirido por el Museo Kröller-Müller, de los Países Bajos. El célebre pintor no solía barnizar sus cuadros, pero éste fue luego cubierto con una capa de barniz que supuestamente serviría para protegerle mejor. En la primera mitad del siglo XX, otros muchos cuadros de Van Gogh fueron barnizados.
Con motivo de un tratamiento de conservación en 2009, se advirtió que "Flores en un florero azul" exhibía una extraña costra grisácea anaranjada, opaca y con grietas, en algunas partes del cuadro en las que Van Gogh usó el Amarillo de Cadmio.
Esa pintura amarilla, hecha esencialmente de sulfuro de cadmio, era un pigmento bastante nuevo en la época de su uso por Van Gogh. No hace mucho tiempo, se descubrió que el Amarillo de Cadmio, en cuadros sin barnizar, se oxida con el aire, dando lugar a sulfato de cadmio, con el resultado de que la pigmentación pierde color y luminosidad.
Sin embargo, éste no era el caso con "Flores en un florero azul". El cuadro estaba barnizado, y no se apreciaba la capa semitransparente de color hueso, típica de la citada oxidación. Las costras, cada vez más alarmantes para el equipo de Margje Leeuwestein, conservadora del Museo Kröller-Müller, delataban que un proceso distinto estaba destruyendo el cuadro del maestro. Por ejemplo, flores de un color amarillo brillante ahora se veían con una desnaturalizada tonalidad grisácea anaranjada.
La solución expeditiva de arrancar las costras y retirar el barniz no era posible ya que ello alteraría la ya muy frágil pintura amarilla de cadmio en esos puntos del cuadro.
A fin de averiguar qué estaba sucediendo, personal especializado del museo extrajo dos muestras microscópicas de pintura del cuadro, cada una de tan sólo una fracción de milímetro de tamaño, y se las pasó al equipo de Koen Janssens y Geert Van der Snickt, de la Universidad de Amberes, en Bélgica. En la exhaustiva investigación que entonces se puso en marcha, también han intervenido especialistas de la Universidad Tecnológica de Delft en los Países Bajos, el Centro Nacional francés para la Investigación Científica (CNRS), el ESRF (European Synchrotron Radiation Facility) en Grenoble, Francia, y el Sincrotrón Alemán de Electrones (DESY, por sus siglas en alemán), además del propio Museo Kröller-Müller. Entre los expertos que han trabajado en el proyecto, cabe citar también a Gerald Falkenberg del DESY y a Marine Cotte del ESRF.
Los científicos examinaron minuciosamente las muestras usando potentes haces de rayos X en las instalaciones del ESRF y del DESY. Los análisis revelaron la composición química y la estructura interna exactas de las muestras, en la superficie de contacto entre el barniz y la pintura. Ante la sorpresa de todos los expertos, no se encontraron los compuestos de sulfato de cadmio que deberían haberse formado en el proceso de oxidación.
Resultó que los aniones de sulfato habían encontrado en los iones de plomo del barniz un agente apropiado para entablar una reacción química, y como consecuencia de ello se había formado anglesita, un compuesto opaco que, según se comprobó, estaba presente en casi toda la capa de barniz. La fuente del plomo pudo ser una sustancia hecha parcialmente de plomo, la cual fue agregada al barniz para acelerar el proceso de secado.
Micromuestra del cuadro, con el pigmento amarillo abajo y la corteza gris-naranja arriba. (Foto: G. Van der Snickt/University of Antwerp)
En la superficie de contacto entre la pintura y el barniz, los iones de cadmio junto con los productos de degradación del propio barniz también formaron una capa de oxalato de cadmio.
Las costras opacas de color anaranjado grisáceo que desfiguran partes del cuadro a escala macroscópica son el resultado de la anglesita y el oxalato de cadmio.
El hallazgo está moviendo ahora a los conservadores de muchos museos con cuadros de Van Gogh a revisar las restauraciones que se hicieron de ellos en la misma época en que se barnizó "Flores en un florero azul".
Este estudio sobre el deterioro del Amarillo de Cadmio es un excelente ejemplo de cómo la colaboración entre conservadores de arte y científicos puede ayudar a proteger mejor los cuadros de Van Gogh frente a la degradación química impuesta por el paso del tiempo. Así lo destaca Ella Hendriks, Jefa de Conservación del Museo Van Gogh en Ámsterdam (que no participó en la investigación). "Muchos de los cuadros del periodo francés de Van Gogh fueron barnizados de manera inapropiada en el pasado, y retirar esas capas de barniz no original es uno de los desafíos a los que se enfrentan hoy en día los conservadores museísticos de todas partes del mundo", explica Hendriks. "La información del tipo de la proporcionada por Janssens y su equipo es vital para fundamentar las difíciles decisiones que los conservadores a menudo tienen que tomar con respecto a los complejos tratamientos para limpiar esos cuadros".
Tal como reflexiona Janssens, queda claro una vez más que los cuadros de Vincent van Gogh no son objetos que vayan a permanecer inmutables a través de las décadas y siglos venideros. Ya se ha visto cómo en un periodo de tan sólo cien años uno de sus cuadros se ha comportado como un cóctel muy reactivo e impredecible de sustancias químicas.
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